Mila me acarició la cabeza hasta que, poco a poco, logré relajarla. Sin embargo, la primera vez que me recuperé lo suficiente para salir a la calle, me dio un ataque de pánico. «No tengo intención de desaparecer».
—Lo sé, pero tampoco puedo dejar que te mates por negligencia. —Sus manos recorrieron mi espalda baja, desde la columna hasta las caderas y la espalda, en círculos—. Mila me visita al menos un fin de semana al mes para asegurarse de que estoy bien. ¿Podrías darme tu número de teléfono?
Un poco sorprendida, se lo di. Estaba tan mojada que sentía mis fluidos vaginales resbalando por mi perineo. "Va a volver", dijo. "¡Te lo dije!"
Mantuvo el chorro de agua sobre mi clítoris durante lo que pareció una eternidad, pero probablemente fueron dos minutos, dejándome sin aliento, con una opresión en el bajo vientre que no esperaba volver a sentir. "Entonces... ¿'Mila'? Me hizo sentir repentinamente vulnerable, pero no indefensa. En otras ocasiones, esos mismos recuerdos eran un cruel recordatorio de lo que ya no tenía. Pareces a punto de desmoronarte".
—Estoy todo... —comencé y capté la mirada en sus ojos.