Sus dedos temblaban a los costados, y un anhelo se reavivaba en lo más profundo de él: un anhelo por algo más que el simple roce de otra persona, por la calidez de la conexión, la promesa de sanación. "Erin tenía buen gusto", dijo Cheyenne, colocando el suéter doblado sobre la pila. La energía vibrante que solía rodearla parecía fuera de lugar en esta tumba de esperanza perdida. "¡Joder, eso estuvo caliente, nena!" Abrió las ventanas sin importarle si alguien la veía, invitando al aire fresco del exterior a barrer la atmósfera estancada, reemplazando el aroma a abandono con la promesa de renovación. Las mejillas y la grieta, pero no funcionó mucho allí antes de bajar por sus piernas. Las encimeras de la cocina brillaban, libres de desorden, mientras que los electrodomésticos relucían como recién sacados de sus cajas. Mientras se deslizaba de nuevo dentro de él, bombeó más lubricante a lo largo de su eje para asegurarse de que estuviera lo suficientemente húmedo como para recibir una buena follada. Había sido una experiencia nueva para él, pero una que había disfrutado inmensamente. Pero permaneció en silencio, disfrutando del espectáculo en lugar de interrumpirlo con sus deseos. En ese momento, ella parecía menos una intrusa y más un faro, guiándolo hacia una vida donde el placer no estaba enterrado con los muertos.
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