Besó la parte interior de cada muslo y luego se dirigió al punto ideal. Latisha llegó al final, moviéndose con una gracia perezosa y depredadora; cada paso era una lenta llamada de atención que Larry no parecía poder evitar. La cabeza se apretó contra él, insistente pero no con fuerza, mientras Cheyenne la guiaba. «Sé que extrañaste esto, y estoy segura de que lo necesitas».
Larry gruñó "¡Joder, aquí viene!" y se corrió hasta el pecho. "¿Bien?", preguntó ella, con la mirada fija en su rostro, buscando cualquier signo de incomodidad. La mano de Cheyenne descansaba sobre la rodilla de Larry, su pulgar trazando pequeños círculos a través de la tela de sus vaqueros. Con cada dedo, Larry recibía más presión, y ella se tomó su tiempo para aflojarlo bien. La mano de Cheyenne descansaba sobre la rodilla de Larry, su pulgar trazando pequeños círculos a través de la tela de sus vaqueros. Azuia, Ashley y Laticia se fueron antes de que Larry regresara, dejando la primera carga de cajas en el almacén. Él rió cuando lo hicieron, asintió cuando captó lo suficiente para reaccionar, la piel hormigueando bajo sus miradas, cada roce de sus voces avivando el fuego en su interior. Cheyenne lo miró, con los ojos cerrados, sus labios rodeando su pezón y su lengua revoloteando sobre él. Él estaba de pie a unos metros de distancia, la tensión en sus hombros delataba su