"Jack", dije, "no dejes que robe nada caro". Sin decir nada más, abrí la puerta y salí. He pagado para que vinieras, y la mitad de nuestras visitas han sido para verte. Al menos, para mí. Dudó un momento y me miró. Era eso o rabia, dolor y vergüenza. ¡Dios mío, Jess! Jessica era corpulenta, pero eso significaba que podía aguantar mucho cuando las cosas se ponían feas en la cama, algo que ambos disfrutábamos. Dillon era un aspirante a actor que probó suerte en Los Ángeles antes de regresar a su ciudad natal para dedicarse a los escenarios. ¿Y por qué tenía que verse tan hermosa, arrodillada en mi cama, desnuda y tan vulnerable? Jack prefería mantenerse al margen de los asuntos humanos, pues pensaba que nuestras aventuras estaban por debajo de él. "Por favor, dime que estás bromeando".
"Lo siento." Finalmente me miró, con lágrimas corriendo por su rostro, y supe que esto no era una maldita broma.